martes, 17 de junio de 2014

***CELEBRANDO LA MAYORÍA DE EDAD*** (Primera parte)


         Mis padres no sabían absolutamente nada de lo que iba a ocurrir aquella noche. Su afán por protegerme, hacía que me sintiera todavía más niño, y ya estaba harto de eso.
         El sábado cumplía dieciocho años. Ellos querían organizar algo en casa, con la familia, pero yo les dije que ya era hora de poder celebrarlo con mis amigos del instituto, y otros tantos conocidos. Éstos, planearon una cena en una hamburguesería, a la que acudíamos muy a menudo, y después iríamos de juerga toda la noche.
         En el Burger únicamente pudimos beber cerveza, pero para empezar a calentar motores, fue suficiente. Cualquier cosa nos hacía gracia, aunque siempre respetando a la gente que compartía con nosotros el local.
         Algo bueno que aprendí de mis progenitores, fue elegir conscientemente a mis amigos. Formábamos un grupo bastante compenetrado, pero sobre todo, sano. No nos iban las drogas ni las borracheras de fin de semana. Alguna vez habíamos cogido un contentillo, pero nada que ver con los otros que conocíamos, que acudían fin de semana sí, otro fin de semana también, a hacer botellón.
         Después de llenar el estómago con una buena dosis de comida basura, fuimos a un pub que regentaba el hermano de uno de los compis. El local era relativamente pequeño pero bastante acogedor. Las luces de colores, al compás con la música actual, invitaban a mover el esqueleto. Como la entrada era gratuita, únicamente tuvimos que hacer una consumición por persona. Yo no tenía que conducir, y además, era mi aniversario, con lo cual decidí tomarme otra cerveza. Por una vez, quería darme un capricho.
         Éramos trece chicos y cinco chicas, todos de la misma edad y mismas aficiones. Bailamos y charlamos durante horas, hasta que la gente se fue retirando y nos vimos obligados a abandonar el establecimiento.
         Serían las dos de la madrugada, más o menos, y yo me imaginé que cada uno regresaría a sus casas. Las chicas decidieron dar por finalizada la noche, pero los chicos me propusieron continuar con la marcha, a la que accedí gustoso.
         Tuvimos que caminar un rato para coger los coches de unos que ya tenían el carnet. Condujimos como diez minutos, hasta llegar a un Club nocturno. Yo me quedé un poco fuera de lugar, pues nunca había estado en un sitio de esas características. Sí había escuchado hablar a algunos compañeros de lo que ahí se hacía, pero lo cierto era que nunca me había llamado demasiado la atención.
         Al parecer, ya lo tenían todo organizado. Habían contratado parte de los servicios del local para nosotros. En un principio tuve cierto recelo y preocupación, pues yo nunca había estado con una mujer en la intimidad. Sí había salido con chicas, pero jamás había sido nada en serio, y menos con sexo. Cuando había que desahogarse, bastaba con un buen masaje en la zona, y si alguna chica se prestaba a practicar una buena felación, mucho mejor.
         En la entrada, dos de ellos se identificaron y ya nos dejaron pasar sin más miramientos.
         En el interior había poca luz. Al fondo, muchos sofás ocupados por chicos y chicas en poses un tanto atrevidas. Una se acercó, y habló con mi amigo Carlos. No sé si él estuvo atento a lo que ella le decía, pero a lo que a mí se refiere, no me enteré de nada. Mis ojos se centraron en unos pechos bien hechos, erguidos y apenas cubiertos con un top de color rojo pasión. Un cinturón del mismo color que el top, cubría parte de su cintura, sobre una falta negra que por la parte trasera, dejaba ver sin tapujos, la tanga del mismo tono. Creo que con sólo verla, mi pene se volvió loco.
         La chica nos guió hasta un reservado, al fondo del local. Cruzamos varias estancias en las cuales se escuchaban gemidos, gritos, aplausos y jadeos. Entramos y la música comenzó a sonar. En medio del salón había una pequeña pasarela, con una barra de acero en el centro. Nos sirvieron de beber y el espectáculo comenzó. Los temas musicales eran sensuales, lentos pero con un toque especial. Una chica con un traje blanco salió por una de las puertas y se acercó. Debajo de la chaqueta no llevaba absolutamente nada, solamente una corbata rosa colgando de su cuello, destacaba sobre la piel morena. Sus movimientos eran sexis, provocativos. Mis amigos estaban como locos, retándola a que se fuera despojando de aquellas prendas, para poder disfrutar de unos pechos maquillados con brillantina. Ella se desmelenaba en aquella barra vertical.
         Sabía perfectamente lo que nosotros queríamos, lo adivinó en nuestras miradas, lascivas y hambrientas. Me invitó a subir para ayudarla a desnudarse. Lo primero que hizo fue decirme que me sentara en una silla y ella sobre mí. Sus manos me fueron guiando, dejándose manosear sin pudor alguno. La sensación de haber tocado aquellos senos hinchados, sudorosos, hizo que me sintiera más animal que nunca. Quité su chaqueta para poder acariciar los pezones, luego le tocó al pantalón, que contaba con corchetes a los lados y, de un tirón desapareció, dejando a la vista un tanga de color dorado y unas piernas bien formadas. Los chicos se morían de la envidia.
         Sonaba Madonna, “Justify my love”. Ella se desenvolvía muy bien sobre el escenario, al ritmo de un tema excesivamente erótico, ofreciéndonos lo que tanto anhelábamos. No sé los demás, pero yo estaba a mil.

         Regresé donde estaban mis amigos, y continuamos con la fiesta. A la rubia despampanante de la pasarela, se unieron dos más, tan ligeras de ropa como la primera. Nuestros ojos estaban a punto de salirse de las órbitas. Las copas de champán se amontonaban sobre las pocas mesas que había en aquel salón....................

SANDRA EC 

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