miércoles, 21 de mayo de 2014

UN FORTUITO ACCIDENTE (III)

Ya de vuelta a casa, fue felicitada por sus superiores y compañeros de departamento. Ella insistía en que el mérito era de todos, no sólo suyo. Se sentía plena y muy satisfecha.
A media tarde, y mientras se relajaba en su bañera de mármol negro Marquina, recibió el aviso de un mensaje de texto. Era Tomás, interesándose por cómo había ido el congreso.
        ¡¡Hola guapetona!! ¿cómo te ha ido esta mañana?
        ¡Muy bien!, ya te contaré – contestó orgullosa.
        Vale, te recojo sobre las nueve.
        ¿Dónde quedamos? – preguntó Alexia.
        Es cierto, no sé dónde vives, ¡vaya despiste!
        Paseo de la Independencia, 203 – escribió.
        Por cierto, ¿llevarás el vestido de ayer?
        ¿Por qué lo preguntas? – quiso saber, intrigada.
        Vaya bocazas que soy, perdona. Debo tener la cabeza en los pies. Lo que quería decir, es que ayer estabas sumamente hermosa con aquel vestido – se justificó a la espera de la respuesta de Alexia.
        Gracias por lo de hermosa, y no, ése precisamente no – contestó sonriendo al otro lado.
            <<Será mejor, ya lo verás>>.
            Estaba cansadísima de estar todo el día sobre tacones. No le apetecía volver a ponérselos. Buscó en el armario y encontró algo más casual pero igual de sexy y que podría combinar con unas sandalias un poco más bajas. Se trataba de un vestido marrón granate corto de crepé, con cuello de pico y mangas de murciélago a juego con unas sandalias de cinco centímetros de tacón y del mismo color. El pelo se lo había recogido en un moño, dándole forma de donut. Se maquilló primorosamente y se dejó minar por su perfume favorito.
            A las nueve en punto, husmeó por la ventana del salón y consiguió ver un coche negro delante de su apartamento. Bajó las escaleras con avidez y allí estaba él, entretenido con el móvil mientras la esperaba sentado en el asiento del conductor. Al ver que se acercaba Alexia, bajó del coche para saludarla con dos besos.
        ¡Hola, cómo estás! – Canturreó alegremente.
        ¡Bien!, muy bien.
        Lo noto en tu sonrisa – respondió pletórico.
        ¿Qué te parece éste? –  le preguntó, estirando los brazos y mostrando su modelo. Se imaginaba la contestación, pero quería escucharlo.
        Sin duda, estás maravillosa, no me salen ahora los adjetivos – le hubiera gustado decirle que la comería a besos en aquel mismo instante, arrollándola contra el coche y mostrándole todo lo que había despertado en él.
        Cuando quieras nos vamos – apuntó. Necesitaba recuperarse del calentón. Sus mejillas ardían, a pesar del maquillaje.
            Entraron en el vehículo y se dirigieron al restaurante asiático que conocía Tomás, donde estuvieron cerca de dos horas. La conversación se había centrado en ella. Alexia le había contado lo bien que le había ido en el congreso por la mañana y que estaba muy orgullosa del trabajo realizado. Él no dejaba de admirarla mientras hablaba, sin quitar la vista de unos labios sensuales y tremendamente carnales que pedían a gritos ser amados.
            Una vez finalizada la cena, Tomás la invitó a bailar. Se trataba de un local muy selecto, con un aforo muy limitado y en donde tomaron una copa, sentados en la barra. El local empezaba a llenarse de gente, en su mayoría parejas. Al fondo, una pantalla mostraba los videos de las canciones que sonaban. La música, exquisitamente seleccionada, invitaba a bailar, existiendo la posibilidad de hablar con el pinchadiscos y pedirle una canción en concreto, que fue lo que hizo Tomás sin antes comentárselo.
        ¡Bailas! – susurró en el oído de Alexia.
        Te advierto que no estoy entrenada en el arte del baile. No me hago responsable de los daños ocasionados – bromeó ella, excitada por el momento.
        Correré el riesgo – musitó mientras le cogía la mano para acercarse al salón de baile.
            La cogió por la cintura con pasión, acercándose de tal forma, que podía sentir su agitación. Manos y piernas fundiéndose en un solo elemento. La música comenzó a sonar de fondo.
        ¿Te gusta Ana Gabriel? – preguntó con cierto frenesí.
        Me encantan todas sus canciones y sus letras.
        Me alegro, porque esta canción la pedí especialmente para ti. Espero que la sientas igual que yo – susurró entre sus cabellos.
            << ¿Cómo puede saber Tomás, que ésta era mi canción favorita?>>
            Alexia había visto la película “Baila conmigo” decenas de veces, donde actuaba Chayanne y Vanessa Williams; le parecía muy erótica y sensual.
        ¿Cómo lo has sabido? – preguntó emocionada.
        ¿Cómo he sabido qué? – se hizo el loco.
        ¡Cómo has sabido que es mi canción preferida! – exclamó, conmovida e impresionada por lo mucho que la estaba sorprendiendo.
        Digamos que tenemos los mismos gustos – confesó, rozándole sus labios contra el lóbulo de la oreja de Alexia.
            Una excitación se apoderó del cuerpo de Alexia, buscando acoplarse entre los calurosos y ardientes brazos de él, que sensualmente y al ritmo de la música, musitaba la canción al oído de ella.

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