lunes, 5 de mayo de 2014

UNA NOCHE CUALQUIERA

Era una noche preciosa de verano. El cielo estaba totalmente despejado y casi se podía contar las estrellas, una por una. Hacía un calor insoportable y no apetecía meterse en cama, a pesar de ser más de media noche. Ambos tenían que madrugar al día siguiente, todavía faltaban dos semanas para coger las vacaciones estivales.
            Carlos y Laura disfrutaban de las maravillosas vistas al mar desde la ventana del salón de su apartamento, mientras conversaban sobre cómo les había ido el día a cada uno en sus respectivos trabajos. Pasaban el día fuera de casa, rodeados de ajetreo y tensión. Para los dos, era un ritual esencial que no dejaban pasar de largo. Necesitaban compartir sentimientos y anhelos. Llevaban cinco años de noviazgo y cada día sentían la necesidad de pasar más tiempo juntos y disfrutar del amor. Entre ellos no había secretos y sí mucha complicidad.
            De repente se acabaron las palabras, y a pesar del bochorno que hacía, sus labios se encontraron y sus cuerpos se fundieron en un tierno y a la vez, apasionado abrazo. Les fascinaba comerse a besos y caricias antes de iniciar el sexo. Su deseo era que el tiempo se congelara y pasar la noche abrazados.
            Sus cuerpos unidos formaban un solo elemento. Estaban empapados en sudor a pesar del aire acondicionado. No les apetecía irse, cada uno a un lado de la cama. Querían dormir así, abrazados y radiando felicidad, como si esa noche fuera la última.

            El sueño parecía haberse olvidado de ellos, estimulándolos de esa forma, a continuar hablando de los planes para el futuro en pareja, sin secretos ni mentiras. Ambos creían en que la base de una pareja feliz era la fidelidad y sinceridad. Y así, prometiéndose amor y lealtad, se quedaron dormidos hasta la madrugada siguiente.

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